miércoles, 7 de septiembre de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-27


CARTA-27
Caía nieve en Alemania, era de noche, más de media noche. 
El auto en el que viajaba se había detenido, buscábamos los datos de una dirección, la calle estaba desierta en su pureza helada, un viento polar se paseaba congelando todo lo que encontraba a su paso, una pareja de alemanes esperaba pacientemente el cambio del semáforo peatonal, estaba rojo, bajo cero y ningún auto circulando a esa hora, la norma la tenían incorporada a tal extremo, que ni la radical temperatura, hizo tambalear esa actitud; pensé el Latinoamérica, donde la normas se violan, se rompen o por lo menos las doblan, en esa inolvidable picardía nativa. 
Pienso en la diversidad cultural que la globalización suprime y homogeniza, en la biodiversidad que el progreso asfalta, por hoy, todas son preguntas. 
No entiendo por qué la gente elige continuar viviendo mal, a pesar de conocer otras alternativas. 
A mi abuela le gustaba llevar a cada visita la comida predilecta del aludido, ella no comprendía el amor sin su referente práctico ni el diálogo sin una buena escucha. 
Ella era indígena, analfabeta y encarnaba el amor incondicional, ese del cual luego me hice militante. 
Con ella aprendí que la vida es fría cuando no amamos, que amar es triste cuando esperamos algo a cambio, ella tenia razón, el amor incluye su recompensa y es el placer de hacerlo. 
Un noche, me encontraba en un hotel de París, por un instante la vi aparecer en la habitación, ingresó sin abrir la puerta, sus pies no dejaban huella, se paró frente a mí, me miró y su silencio me dijo tantas cosas, luego desapareció. 
Más tarde, una llamada telefónica me confirmó que la abuela había partido. Gracias abuela por tu enseñanza y ejemplo, que continúo cultivando en el jardín de mi corazón. 
Ella fue mi maestra en relaciones públicas, sabía exactamente lo que cada uno quería, lo que necesitaba, lo que había que darle y el momento más adecuado para ello; le gustaba ver a la gente feliz, cada visita era un pretexto para hacer feliz a alguien. Entregaba el regalo, esperaba, observaba el disfrute, ese era su placer. Complacer era su placer, su bolso era una olla, de la que siempre salía más comida, incluso para el eventual visitante. 
El sombrero de algún mago, de donde sale todo lo inesperado, me recuerda a la olla de la abuela. 
Gracias madre grande, por haber caminado dieciocho años de mi vida, los primeros, a mi lado, gracias por el ejemplo, porque tus huellas continúan recordándome que amar es la mejor manera de vivir. A la felicidad le encanta la soledad pero también saber disfrutar y agradecer la compañía. 
Sin embargo, debes saber de inicio que las relaciones pueden ser un premio o un castigo. Bien manejadas, las relaciones pueden ayudar a multiplicar la felicidad, a su vez, la felicidad, ayudará a generar relaciones buenas y profundas, una clave fundamental: trata a los demás como quieres que te traten a ti. 
Te sugiero graduarte como experto en perdonar y perdonarte; no fabriques enemigos, si se autofabrican, no es problema tuyo, al contrario, ellos fortalecen tu imperturbabilidad y en el futuro no puedes descartar que lleguen incluso a ayudarte más que los amigos. 
Permanece alerta con todos pero sin prejuicios, confía en los que se pueda confiar, aprende de todos, puedes enfadarte un rato pero no herir, evita a las personas negativas, asegurándote de que no te influyan de ninguna manera, sé crítico pero no criticón; que tus críticas nazcan siempre del corazón. 
No comentas el error de intentar controlarlo todo, esa actitud es una fábrica de estrés e infelicidad, es preferible delegar todo lo que sea necesario. Si usas la crítica constructiva, tu presencia será educadora y una excelente influencia, que más temprano que tarde agradecerán los demás, sin embargo, actúa por el placer de hacerlo, no esperes agradecimiento, no busques recompensa, simplemente haz lo que tienes que hacer y sigue adelante. 
Sé solidario en toda situación, no solo cuando te sobren las cosas, cumple tu palabra, es sagrada; aprende a escuchar, a veces, eso es suficiente y cuando des consejos, ten cuidado con tomar en cuenta la historia que tiene la persona y la coyuntura existencial en que se encuentra actualmente. 
Si deseas ayudar a los demás o generar un liderazgo, comienza siendo feliz; tu felicidad te ayudará a conectarte con los demás, eso implica amar la vida y todo lo que ella incluye. 
La envidia queda descartada y también el egoísmo. Respeta a todos; ¿sabías que la felicidad aumenta cuando dejamos de depender de los demás? Cuida la manera de manejar tu palabra, con ella mueves energía. 
Asegúrate de tomar las riendas de tu vida al cien por ciento, es lo único que tienes, por ello, no sería prudente dejar en manos de otro lo único que en verdad posees. 
Amar es multiplicar la felicidad del otro, es descubrir lo extraordinario en lo cotidiano, en los demás, en todo lo que pasa; la felicidad es imprescindible, al igual que el amor y la libertad, por eso necesitamos del otro, para amarlo, para pintar de colores nuestra alegría y dejar que nuestra libertad juegue con la suya. ¿Quieres encontrar la felicidad? Se encuentra caminando, en la dirección opuesta al rebaño. Recuérdalo. 
La vida reclama felicidad para cumplir su ciclo evolucionario. Sobrevivir, infelicidad incluida, es renunciar a la evolución. 
La felicidad es el arte vivencial que une la razón con la magia, al individuo con el resto, la felicidad es la meta desde la cual podremos visualizar la misión, que incluye las claves de la evolución. ¿Sabías que hay conflictos y crisis porque somos libres? ¿Que la dimensión temporal de la vida se resuelve con amor, pero el amor precisa del otro para desplegarse? 
El valor de la vida radica en descubrirla a tiempo y en profundidad y comenzar a compartirla con otros, de la manera como nos diga la conciencia. Valora a los demás, recuerda que no solo importa el porqué, también cuenta el para qué. 
Habitúate a una actitud empática, justa y conciliadora, en el fondo la vida te tratará como tú tratas a la vida. 
Me detengo un momento, releo lo que escribo, es una carta, es para ti y para aquellos con quienes tú quieras compartirla, la grandeza del instante es que en ella cabe toda la vida. Admito que estoy mirando el cielo, que me motiva sentirme vivo, que me conmueve el ver rostros por última vez. 
Estoy sentado en mi habitación, mientras numerosas ideas trepan todo lo alto de mis años y se sientan al borde, amenazándome con lanzarse si no las tomo en cuenta. 
Acostumbro vivir bien, extender mi silencio a quienes me visitan, contagiar felicidad, repartir semillas de sueños. 
Considero a las amistades un capital fundamental, las guardo en una parcela especial de mi corazón, incluso las hojas secas del otoño, las conservo como esplendidos recuerdos. 
Los barcos llegan y se van, el puerto de la vida se llama temporal, nadie puede quedarse más del tiempo justo, algunos se fabrican un naufragio prematuro, no es mi opción, discrepo también con quien dijo: «Mi infierno son los otros». 
Se me ocurre que deberíamos hablar también de la creatividad vivencial, de aprender a vivir en la dimensión artística de la vida. Te propongo ese tema antes de celebrar nuestra despedida. Hasta pronto.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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