viernes, 31 de marzo de 2017

FRANCISCO DE ASÍS, SU VIDA Y SU OBRA, POR JUAN JOERGENSEN


LA BIOGRAFÍA «SAN FRANCISCO DE ASÍS» 
Pensador, historiador, escritor y periodista, J. Joergensen era de natural romántico y sentimental, poeta inspirado y muy leído. En todas sus obras hagiográficas armoniza la poesía con la verdad histórica. Así lo lleva a cabo en las biografías de santa Catalina de Siena, Don Bosco, Charles de Foucauld, santa Brígida y otras. Por lo que se refiere a San Francisco de Asís, hay que añadir su especial devoción al santo, quien, a su juicio, «fue también un poeta y un converso».
1. Características de la obra
El libro sobre el Pobrecillo de Asís de J. Joergensen salió en original danés y en Copenhague el año 1907.
Fue inmediatamente traducido a varias lenguas; en castellano gozamos de dos versiones distintas: la de R. M. Tenreiro (Madrid 1925, 3.ª ed.), y la de A. Pavez (Santiago de Chile 1913; Buenos Aires 1945); en nuestro trabajo citamos esta última por considerarla más lograda. Precede una larga introducción y una concienzuda investigación (no incluida en las traducciones al castellano) sobre las fuentes franciscanas como habían hecho ya Paul Sabatier y los acreditados historiadores franciscanos de Quaracchi, con quienes mantuvo una sincera amistad. Estudia con suma detención el enorme cuerpo documental, compulsado en archivos y bibliotecas. En estas fuentes de información apoya su relato histórico, que lleva a cabo mediante los métodos modernos de crítica interna y externa, como quien aspira a que se le dé fe en lo que afirma y sostiene.

Raoul Manselli, investigador de primera fila, escribe: «La prueba más álgida de amor a Francisco y a Asís la dio Johannes Joergensen, uno de los líricos más grandes de la literatura danesa, cuando quiso dedicarse a historias del Medievo, a fuentes, a herejes y estudiosos, para aproximarse más al santo, al que le acercó sobre todo su condición de cristiano y alma de poeta». Se entregó con tesón y humildad a la elaboración de la biografía del Pobrecillo de Asís con plena conciencia de la dificultad que entrañaba.

En la Introducción del libro sitúa a san Francisco en el marco de su tiempo, describiendo el escenario y entorno político, civil y religioso de la época y los pueblos en los cuales el santo desenvolvió su fecunda acción apostólica. Lo que sin duda hace más amable su obra es el caudal de sentido poético de que se halla impregnado su espíritu cuando narra hechos concretos. No podía ser de otro modo tratándose del Pobrecillo de Asís que, si no fue un poeta académico, lo fue en los actos de su vida y en aquel simpático y penetrante amor a la naturaleza. Joergensen articula armónicamente los hechos en doble clave, histórica rigurosa y estilo lírico, dado que de otra manera sería mutilar dos veces al Creador. «Lo bello es el resplandor de lo verdadero», filosofaba Platón, y Joergensen lo entiende así cuando lo describe en su San Francisco, y lo siente incluso en sí mismo y en todos sus libros.
2. Parangón entre Johannes Joergensen y Paul Sabatier
Es interesante hilvanar un parangón entre Johannes Joergensen, católico, y Paul Sabatier, protestante. Sabatier conquistó fama mundial por su Vie de Saint François d'Assise. Se le considera como uno de los pioneros en el descubrimiento y estudio crítico-interpretativo de las fuentes franciscanas durante aquella época. Incrementó sus estudios con otras obras y trabajos, especialmente con la edición de textos franciscanos primitivos e inéditos.
Joergensen fue contemporáneo de Sabatier y ambos fueron amigos personales. Son considerados como dos polos de atracción, con influjos diversos. Manselli asevera que la mayoría de los biógrafos posteriores a Sabatier y Joergensen, «no pueden sustraerse del círculo mágico de los dos».
Si bien eran amigos, difieren substancialmente en la interpretación de hechos importantes de la vida de san Francisco. Veamos algunos.


El biógrafo danés acentúa la humanidad del Pobrecillo de Asís. Quizás no se detiene del todo en la experiencia mística del santo, debido a que no poseía una preparación teológica cabal. Se concentra más en valorar el alma poética del que fue trovador de Asís. Cierto que algunas páginas llegan al límite extremo, más allá del cual la historia corre el riesgo de convertirse en novela, pero cabe no señalar lagunas de calibre ni una predisposición intencionada cuando distingue la simple leyenda de la rigurosa historia. Por otra parte, como alguien ha escrito, la leyenda es la quinta esencia de la historia porque nos da su espíritu...
Sabatier, por el contrario, influido por el positivista Renán, del cual recibió el encargo de escribir una biografía de san Francisco, se ciñe estrictamente a los textos primitivos, algunos descubiertos por él mismo. Este método le induce a negar el ámbito sobrenatural inverificable; al mantener vivo el escrúpulo de una investigación erudita, se ciñe a testimonios críticamente discutibles por unos, pero avalados por otros.
Otra divergencia de opinión: J. Joergensen presenta un Francisco con una incondicional adhesión al papa de Roma y a la Santa Sede. Fundamenta su argumentación en las palabras del santo fundador contenidas en la Regla: «El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor Papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia romana» (2 R 1,2).
Sabatier, por el contrario, en su célebre biografía franciscana, presenta al santo como un hombre liberal y liberado de la tiranía de Roma, víctima del poder absolutista -tanto en lo temporal como en lo espiritual- representado por los pontífices Inocencio III y Honorio IV. Fundamenta su tesis en el Testamento del santo cuando dice: «Nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio» (Test 14). El historiador protestante da a estas palabras un sentido restrictivo de reproche a la jerarquía eclesiástica, tanto de Asís como de Roma. Esta visión indignó a la Curia vaticana, que incluyó su obra en el Índice de libros prohibidos. Hay que reconocer, sin embargo, que Paul Sabatier rectificó en parte sus criterios en ediciones posteriores de su libro.
Otro aspecto discrepante entre los dos historiadores es la interpretación que dan de la experiencia religiosa de Francisco. Joergensen, que se considera fiel a los biógrafos contemporáneos del santo, revela a Francisco como el hombre que descubre a Cristo y se esfuerza en imitarle incluso en los más mínimos detalles hasta ser llamado otro Cristo en la tierra ("alter Christus").
Sabatier, por el contrario, describe al santo como un simple profeta laico, denunciador, como hemos dicho, de los abusos del poder civil y religioso. Volviendo a su escepticismo, niega la estigmatización del santo, un evento místico no dado en anteriores siervos de Dios, avalado por algunos contemporáneos, como san Buenaventura, Doctor de la Iglesia, digno de toda reputación. Asimismo no admite el hecho de la indulgencia de la Porciúncula o del "perdón de Asís".
Por lo que se refiere a este último acontecimiento, Joergensen, al principio, tampoco lo reconocía como un hecho histórico, pero luego se retractó, convencido de los serios argumentos de los historiadores franciscanos de Quaracchi y en particular del prestigioso investigador alemán, E. Holzapfel, especialista en historia franciscana y amigo de Joergensen. Lo expresó éste con suma humildad en la Presentación de la edición italiana de su libro: «Mi primera idea ha cambiado en esta edición, inducido y convencido por los argumentos de mi estimadísimo padre Eriberto Holzapfel». Según los mejores críticos modernos el hecho de los estigmas en san Francisco es históricamente uno de los más demostrados; negándolo se renunciaría a prestar fe a cualquier otro documento de valor indiscutible.
Finalmente, por lo que a los escritos de san Francisco se refiere, Joergensen y Sabatier son unánimes en darles valor histórico, pero difieren en su interpretación: el primero pone el acento en textos poéticos y de más calor humano; el segundo se ciñe a resaltar la influencia e intromisión de la Curia romana en los mismos, especialmente en la Regla.
En resumen: no es excesivo afirmar que J. Joergensen percibió en Francisco de Asís un convertido frente a las inquietudes juveniles del siglo XIII, un trovador en busca de la verdad y del bien, y un cantor de las maravillas de la creación. En su vida, Joergensen, como Francisco, aceptó con humildad la llamada divina a la conversión; los dos, más o menos a la misma edad.

 
3. Estilo literario de Joergensen
Johannes Joergensen no se cansa de afirmar que, desde siempre, Francisco amaba la poesía y el canto, incluso antes de su conversión. Después, su lirismo místico se inspira en la naturaleza toda. «Para apreciar este fenómeno debidamente, es menester comprender las relaciones del santo con las maravillas de la creación. Todo ser era para él una viva palabra de Dios. La creatura le servía para comprender al Creador y este sentimiento lo llenaba de una perenne alegría y de un incesante anhelo de rendirle gracias». Para sostener esta opinión, Joergensen cita un texto de las fuentes franciscanas: «Nosotros que estuvimos con él veíamos que era tan grande su gozo interior y exterior en casi todas las criaturas, que, cuando las palpaba o contemplaba, más parecía que moraba en espíritu en el cielo que en la tierra» (EP 118).
Joergensen, poeta como el santo, se detiene con predilección en el estudio del famoso poema de Francisco: Cántico de las criaturas o del Hermano Sol, «la primera flor de la poesía italiana, escrito en su idioma nativo». Le dedica un capítulo entero en el que comenta primero las verdaderas relaciones de Francisco con el mundo creado, que difieren absolutamente del panteísmo. «Su actitud ante la naturaleza fue pura y simplemente la del primer artículo del Credo de la Iglesia». Luego compara este Cántico con el bíblico que entonaron Ananías, Azarías y Misael, con la diferencia de que Francisco añade la bondad y utilidad de cada cosa. Después de transcribir el texto original italiano del Cántico, termina con una breve consideración sobre el hecho de que algunos de los compañeros del Pobrecillo de Asís anduvieran por el mundo -como verdaderos juglares de Dios- entonando la nueva canción.

Los mejores críticos aseveran el carácter poético de la Vida de san Francisco de Joergensen, no apartándose un ápice sin embargo de los datos rigurosamente históricos. Lo constata Manselli: «Joergensen, uno de los líricos más grandes de la literatura danesa, llegó a san Francisco no por sugerencia de un Renán como Sabatier o por estudios de teología o de derecho, sino a partir de la poesía y de la inquietud espiritual. Ha consagrado páginas densas de poesía, en las que se palpa la viveza del recuerdo y la nostalgia». En resumen, el libro refleja la nostalgia e inquietudes interiores que el autor experimentó en su propia vida.
Quizás este último fenómeno ha contribuido a la gran difusión de su obra, vertida a la mayoría de las lenguas europeas. Todavía hoy ocupa un lugar importante entre las múltiples biografías que se han escrito del santo de Asís.






[Teodoro de Wyzewa, Juan Joergensen, en J. Joergensen, San Francisco de Asís, Santiago de Chile 1913, pp. XVI-XXIII.- F. Gamissans, Johannes Joergensen. Historiador y poeta de S. Francisco, en Verdad y Vida

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