lunes, 8 de agosto de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta 20



CARTA-20
Entra alguien más, era un recuerdo, enciendo una idea, me pregunto por el destinatario de estas cartas, en realidad son un fragmento de mi vida. Anochece, siento frío, me acurruco por un momento, pronto saldré de viaje, pienso; mi pelo yace cuidadosamente desarreglado mientras mi barba ensaya una discrepancia cromática e insiste en diferenciarse, amigándose con la nieve en su apariencia. Pasa una ambulancia, gente desolada acompaña a quien casi pierde la vida; en verdad, todo el tiempo la gente juega a destruir su vida; creo que ha muerto, le cubren el rostro, quizá su vida se fue sin haberse estrenado en su versión plena. Miro a un lado y al otro, no hay testigos, podría ser infeliz un momento, me pregunto con curiosidad; aparecen las primeras estrellas, creo que todo el universo me está mirando. 
La calle quedó vacía por un instante, me sentí solo, ¿será que me estoy acostumbrando al caos?, me pregunto; el humano tiene la extraña habilidad de acostumbrarse a todo. He dividido mi vida en franjas, cada una tiene su propio color. Actualmente me encuentro en una coyuntura confortablemente amoblada, diseñada para no necesitar nada del exterior, bueno, casi nada. Tiene forma circular y no cave nada por debajo del nivel de la felicidad. Hace días, temprano por la mañana, me encontré con unos vecinos que buscaban a su mascota, que se había extraviado. Me quedé pensativo, la felicidad está extraviada hace mucho y no veo gente buscándola con auténtica intención de quedarse con ella. En verdad, es totalmente genuina la infelicidad que muchos practican, hasta podrían patentar su fórmula y vender franquicias. 
Para una vida tan breve, basta una meditación cotidiana. 
En cualquier momento y lugar, permite que el silencio te acoja. Excelente comenzar el día meditando, es una forma de contrarrestar la fuga constante del tiempo. Si comenzaste el día meditando, su eco se extenderá a lo ancho de todo el día, los pensamientos emigrarán cada vez que sintonices al silencio; el alma, taciturna en principio, cultivará espigas de esperanza, anidando olas de tiempo, que solo se detienen ante el silencio. 
Por la mañana, a mediodía y por la tarde, podrás hacer lo que quieras siempre que, invisiblemente, te inclines sobre ti mismo, e inaugures introspecciones profundas, viajes al espacio interior que habitas, guarida del espíritu, refugio del silencio que solo sabe de sensibilidades y sabidurías. A la hora en que arde el crepúsculo, enciende la hoguera de la reflexión, permite que la evaluación sobrevuele tu tiempo-espacio. La evaluación es un ave nocturna que picotea todo lo que hiciste, desparramando recuerdos para que los vuelvas a ver. Al concluir tu reflexión, deja galopar las principales enseñanzas del día y echa las redes de tu comprensión para retener las más valiosas enseñanzas. Recuerda, la vida es una escuela iniciática, desde que te despertaste. Vive solo este instante, instante a instante; cada día es una nueva encarnación en la cual tienes el supremo deber de viajar a ti mismo y al encontrarte, izar el alerta sereno, la bandera de la vida plena, donde está sellado el sentido del propósito. 
Si deseas caer en alguna tentación, puedes hacerlo, sin olvidar que nunca podrás cometer el mismo error dos veces y con la condición de observarte. Que te despeine el viento y te moje la lluvia, recuerda que estás vivo… por ahora. Si comienzas el día purificándote con la meditación, si te acuestas previa evaluación, si te especializas en ver lo bueno en cada situación, si pones en tela de juicio tus creencias e ideas de vez en cuando, si realizas un inventario periódico de las oportunidades que te dio la vida y conservas una actitud agradecida, si manejas el enfoque existencial que te permite poner toda tu energía en lo que haces, entregándote totalmente a la experiencia; si sacas enseñanzas de todo, cuidas lo que piensas y direccionas adecuadamente tus emociones, fortaleciendo tu autocontrol, con la trilogía que te propongo en esta carta, si vives de instante a instante y recuerdas en todo momento que se cosecha lo que se siembra; si conviertes tu búsqueda y crecimiento en tu estilo de vida, entonces habrás aprendido a vivir. Recuerda que la felicidad comienza con el aprendizaje a vivir consigo mismo. Aprendemos a vivir o nos morimos sin vivir, no hay otras alternativas, porque no es vida el vivir a medias. Cometer errores no es un error grave; vivir sin vivir es un error que amarrará nuestros días a la mediocridad y a la intrascendencia. He visto almas suspirando, multitudes junto a la niebla del vacío; he presenciado seres sumergidos en la infelicidad, con la música caducada y el aroma del bienestar ausente. Toda la vida y el inmenso potencial, toda la capacidad cerebral y la magia de la mente, reducidas a una vida simple, opaca, delgada hasta la banalidad, sin raíz ni adrenalina, sin endorfinas ni el vértigo de la sorpresa, sin la magia de la entrega ni el éxtasis de saborear completamente el instante. Entonces cerré los ojos, pero mi cuerpo continuaba mirando. 
La opción está clara, tendrás que elegir si te quedas con la felicidad, es decir, si aprendes a vivir, lo cual implica aprender a dar contenido profundo al inicial sinsentido que caracteriza la vida, o sigues al rebaño, haciendo lo que todos hacen, descartando la reflexión, la meditación y la autoobservación, limitándote a hacer lo anormal, normalizado, el autoengaño convertido en forma de vida. El infeliz practica el pesimismo, que es el deporte de mirar solo las dificultades, pero se hace llamar realista. Se ocupa de la vida de los demás, mientras evita profundizar en la suya, convirtiéndose con el tiempo en esclavo de su malestar. Recuerda esto: la razón no puede dar todas las respuestas sin suprimir la magia ni mutilar las capacidades extrasensoriales. La vida incluye el misterio, que se revela a quienes con su crecimiento recuperan su sensibilidad. 
Una vida lúcida se construye danzando con los problemas, aprendiendo de todo lo que pasa y asombrándonos de los imprevistos. 
Simplifica, porque en la vida todo puede simplificarse; no dejes de cambiar las formas, porque el crecimiento implica eso. 
Hay cosas que nunca sabrás ni comprenderás, pero ello no debe ser un problema ni detener tu avance, sin embargo, tu silencio, en un contexto de crecimiento, te irá revelando muchos secretos. Reflexiona, pero también haz silencio; obsérvate constantemente, recuerda que estar en silencio meditativo es estar contigo, que tu tiempo es tu principal capital, que puedes con tu crecimiento convertirlo en conocimiento, que satisfacer solo las necesidades básicas, como hace la mayoría, nunca genera felicidad. 
Recuerda también que el hombre feliz es dueño de sí mismo; que la gente con conocimiento busca equilibrio en su vida y, simultáneamente, sensaciones nuevas, cuidando de no descuidar ningún aspecto de su vida, alerta, atento, porque lo que importa no es lo que pasa, sino cómo interpretamos aquello, qué actitud desplegamos y cuánto conocimiento extraemos. 
Vivir bien es mi actividad favorita desde que aprendí que cada minuto es mío y por última vez. Desde entonces, me quité la armadura, dejé de estar al ataque o a la defensiva, dejé de prestar atención a los ladridos; la envidia es el olor del cadáver, que en su sinsentido perpetuo resuelve su vacío exportando mugre.
Ya sé cómo me llamo, la misión que tengo, el fervor que me posee, entonces dejo que el amor decida por mí. Esta es la clave: soy pasajero, igual que tú, llegué desnudo y mi vestuario al partir carecerá de bolsillos. Habito un creciente otoño. En un rincón de mi vida, al fondo a la derecha, encontré un día un puñado de tristeza, obviamente no me saludó, no quería verme, le hice una broma, el momento fue imperfecto, el paisaje continuó gris y solo se completó cuando convoqué a mi robusta indiferencia, a la que ignoro por completo, dejando que sus últimos pétalos se marchiten definitivamente. Al retornar, la luz había estallado de nuevo, la belleza estaba otra vez de cuerpo entero, quizá fui cruel con la tristeza, pero su aspecto gris cambia el color de todo lo que veo y yo escogí el arcoíris como cabellera y alas transparentes para sobrevolar las oportunidades. Elegí también hacer de mi vida una fiesta de crecimiento y creación, asechar a cada enseñanza camuflada, habitar todos los instantes posibles y consumir el tiempo, convirtiendo en crecimiento ese flujo inevitable. Elegí también compartir contigo estos mensajes, robándole historias a mi memoria, tiempo a mi historia. 
Volverás a verme en la próxima carta. Aún queda una ráfaga de conocimientos para compartir, antes de que la brusca despedida haga crujir el encuentro y la nostalgia se haga presente de cuerpo entero, como aquel día la tristeza, antes de morir de inanición por fulminante indiferencia.
Chamalú
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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