lunes, 8 de agosto de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-15





Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú) 

CARTA-15
La fecha de hoy es irrelevante, comienza el año, es la hora vespertina, me aíslo entre mis libros, alguien llama a la puerta, no tengo amigos, me pregunto qué pasará cuando mis pasos ya no dejen huellas por las rutas que transito. ¿Quién es él? Estuvo allí, el tiempo pasa y nos lleva día a día, es sutil, casi confortable, ignoro cuál será la ultima esquina de mi vida. 
Hay calma en mi interior, por un momento sentí sueño y en el fondo una tenue soledad pintando en alto relieve mi felicidad. 
El grifo de casa fabrica una ininterrumpida gota, parece el tictac de un reloj líquido; siento hambre, se precipitan mis instantes en fila india, se lanzan al vacío, ese agujero negro que devora tiempo y existencias, aparece una columna de humo en el cercano horizonte, parece una escalera al cielo, alguien cierra ruidosamente una puerta, es el viento, que se agita sin motivo para luego calmarse; hay una botella de vino al fondo a la izquierda, el deseo no es suficiente, entonces, lentamente se convierte en recuerdo sin recuerdos. A veces siento a la soledad de cuerpo entero, camina a mi lado, se acuesta conmigo, extraño mi tribu, esa constelación de corazones que cantaban al amanecer y encendían la hoguera a la hora vespertina para dar la bienvenida a las estrellas, que enviaban a las luciérnagas como sus representantes itinerantes, quizá pretendían recordarnos la importancia de vestirnos de luz. 
A veces, el placer de compartir queda pendiente, como suspendido en el aire, mirando a todo lado, como esperando que pase algo y… solo pasa el tiempo. La familia en esta sociedad intenta monopolizar el afecto, sin embargo, reunirse para dialogar sobre temas profundos parece una práctica en proceso de extinción. Todos estamos conectados, pero ¿quiénes somos todos? ¿Quién soy sin mi tribu? ¿Cuándo ocurrió el destierro que me condena a vivir sin los míos? Recuerdo a esa abuela indígena que un día, al regresar después de un tiempo a su tribu, al encontrar el árbol sagrado cortado de raíz, al no encontrar a ningún miembro de su amada tribu, corría de un lado a otro, preguntándose: «¿Dónde están las mujeres que recibían el día cantando? ¿Dónde están los jóvenes guerreros que superan duras pruebas iniciáticas, todo para ser merecedores de la tribu que los recibía? ¿Dónde están los abuelos que a la noche se sentaban en torno al fuego a desgranar sus conocimientos? ¿Por qué se han ido?» Al día siguiente, esa anciana fue encontrada muerta, abrazada al árbol cortado. A veces, me siento como ella, me observo y me encuentro abrazado a mi nostalgia. Ya no está la tribu, las familias fueron sistemáticamente destruidas por una mentalidad individualista que solo privilegia al individuo. Es urgente rodearse de gente inteligente, de personas felices que hayan aprendido a amar; gente libre, especializada en ver lo positivo en los demás, mujeres y hombres con capacidad de autogobierno emocional. 
No creas que estoy pidiéndote imposibles, tampoco que busco lo que no existe, simplemente, rodéate de gente inteligente, ellos aprenderán rápidamente a hacer lo que sea necesario, en el momento justo y de la manera precisa. Tu presencia ayudará a su crecimiento y ellos contribuirán a tu bienestar, sin dependencias, sin apego, con la predisposición a desplegar la inteligencia emocional y de manera colectiva ayudarse a curar heridas emocionales, desarrollando con apoyo mutuo habilidades comunicativas, ejerciendo la solidaridad y reciprocidad de las que te hablé antes. Optimizada la comunicación, el resto es ponerse en el lugar del otro, cultivando confianza y afecto, en un contexto en el que todos estemos abiertos a dar y recibir, pero sin implicarte en lo que no te corresponde. La tribu que te propongo constituir, en realidad es tu red de gente que amas y con quienes existen lazos de afecto y confianza, ahí está el hombro para apoyar las lágrimas que inevitables anhelan humedecer tus mejillas y el oído disponible al relato que evita el naufragio de la felicidad, desahogando oportunamente al navegante de aguas momentáneamente turbulentas. Los integrantes de esta tribu invisible no necesitan vivir juntos, ellos están conectados por lazos de afecto y confianza y en lo externo mediante la tecnología. Ellos a menudo ni siquiera requieren usar las palabras para comunicarse, porque sus corazones habitan la zona del wi-fi cósmico y vuelan hacia reencuentros que no ocurren en este plano. Esa es la tribu que te recomiendo constituir, el resto, aprender a no juzgar, reemplazando ese hábito innecesario por la crítica constructiva. La clave es amar a la gente, aunque no lo merezca. Organiza bien tus relaciones interpersonales; seamos radicales: relaciones positivas o nada, no hay tiempo para perder ni salud para deteriorar; fomenta el trabajo en equipo, esa es la herencia del ayni, la comunidad que nos legaron nuestros antepasados, es la empresa feliz donde cada uno puede especializarse en afectos y subespecializarse en manejo armónico de conflictos, partiendo del saber escuchar. Simultáneamente, la gente que participa de tu tribu tendrá que prepararse para interactuar con personas de diversa procedencia, entonces, deberás aprender a blindarte, que nada de afuera te haga daño, nada que tú no decidas que te haga sufrir ni modifique tu felicidad. Observa constantemente cómo manejas tus relaciones interpersonales, todos estamos conectados, sin embargo nos movemos al interior de círculos diversos, donde el primer círculo y solo el primero actúa como tu tribu invisible. Tu familia puede estar o no en tu tribu, en verdad, la tribu con el tiempo se convierte en tu familia elegida a voluntad, donde además se trabaja el sentido de pertenencia, la identidad. 
La familia contemporánea es lo que queda de la antigua tribu protectora. La tribu invisible que te propongo en la actualidad está destinada a llenar ese vacío y devolverte el vestuario fundamental: la paz interior. La permanencia de la humanidad depende en gran medida de su capacidad de enarbolar lo colectivo y constituir racimos de intenciones, conducidas por aguerridas manos dispuestas a repartir fraternidades que activen energías creadoras. Estamos condenados a reconstruir nuestras raíces, a olvidar el aislante individualismo y reaprender a palpitar al unísono, luego de enterrar al egoísmo y cultivar en el jardín del corazón semillas de otros paradigmas, que incluyan fluidas relaciones para entronizar la confianza y poner de moda al afecto. En ese contexto maravilloso, la felicidad volverá a ser el rumor predominante y ya nadie tendrá miedo de comprometerse con la vida. Al fondo a la derecha, un calabozo tendrá en su interior a la infelicidad por inoportuna y antiestética. En la próxima carta, quiero, junto contigo, agradecer por todo lo que tenemos que agradecer. Es una forma de mover la energía y colocar al Universo a nuestro favor. Un abrazo.
Chamalú.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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